Las buenas instrucciones
- Elena Mayoral
- 14 ene 2019
- 4 Min. de lectura
Tanto padres como profesores son conscientes de la importancia de las instrucciones a la hora de educar a los niños. Si no se consigue que los menores sigan dichas instrucciones se genera frustración, un clima negativo tanto en casa como en el colegio y se debilitan los vínculos afectivos, dificultando la práctica de tácticas educativas apropiadas.
Para ayudar a que los niños cumplan las instrucciones y la educación sea exitosa, a continuación enumero una serie de características que facilitan el éxito del cumplimiento de las instrucciones:
1. El número de instrucciones ha de ser limitado, ir a lo importante:
Si decimos muchas instrucciones en un breve periodo de tiempo, es muy posible que el niño se abrume y finalmente no siga ninguna pauta. La clave es dar las instrucciones más importantes y solo aquellas que las familias o el profesorado estén dispuestos a mantener las correspondientes consecuencias (positivas o negativas según la respuesta del niño).

2. Mejor de una en una o dos como máximo:
Hay que evitar acumular y repetir las instrucciones, por ejemplo, no sería adecuado decir “María vamos a lavarnos los dientes, recoge las cosas del suelo, apaga la televisión, ve al baño, coge el cepillo y acuérdate de dejar el grifo cerrado”. Una sucesión de instrucciones así no es eficaz, ya que si los niños son de edad preescolar no podrán procesarlas, o si tienen problemas de conducta o atencionales tampoco serán capaces de seguirlas. Además, no es posible aplicar las consecuencias a cada instrucción por lo que si se refuerza al niño no sabrá que comportamiento es el compensado.
3. Decirlas una vez y esperar unos segundos:
Otro problema que surge es que el adulto puede acostumbrarse a dar la orden varias veces, y solo ser repetidas se aplica la consecuencia, de manera que la repetición es lo que termina controlando el comportamiento del niño. Para evitar esto hay que tener claro que las instrucciones se dan una vez, de forma pausada y clara. Además, es necesario esperar a ver cuál es la reacción del niño, sin asumir que nos va a ignorar. Posteriormente se aplicarían las consecuencias.
4. Instrucciones concretas y directas:
Las instrucciones no deben ser genéricas como “pórtate bien”, “cuidado con eso”, “¿no quieres ir a casa?”, asumiendo que los niños van a comprender y responder a lo que les estamos pidiendo. Hay que ser lo más específico posible “siéntate en la silla”, “comparte el libro con tu hermana”, “recoge el estuche”.
Es mejor evitar plantear la orden en forma de pregunta “¿no vienes a cenar?”, ¿no es hora de irse a casa?” ya que puede no quedar claro.
Tampoco es eficaz si en la instrucción se incluye el emisor “vamos a recoger los lápices”, “vamos a lavarnos los dientes”.
Es fundamental que sean breves, sin dar explicaciones que no aporten. Es común que los adultos digamos cosas como: “Ponte las deportivas; ya sabes que vamos a andar mucho y sino luego te duelen los pies, te quejas y luego no podemos llevarte en brazos y terminamos todos enfadados”. El objetivo del adulto es que el niño comprenda porque le mandamos las cosas, pero es muy probable que el niño lo que haga sea contraargumentar diciendo cosas como “no me voy cansar, ni me voy a quejar”, generando una confrontación. Es razonable, sobre todo con niños que ya tienen una mayor maduración cognitiva, que se les expliquen y argumenten las normas, pero siempre de manera breve y sencilla, indicando primero la orden: “Juan, ponte las deportivas que así no te dolerán los pies”.
5. Indicar las instrucciones de forma respetuosa y calmada:
Es importante que seamos ejemplo de lo que queremos obtener, por ello, debemos decir las cosas con un tono de voz adecuado, despacio y sin perder la compostura. Así es más probable que no haya hostilidades. Es importante que se den desde la cercanía y no desde lejos.

6. Mejor en positivo, no como prohibiciones:
Un error muy común es la tendencia a emitir las órdenes de manera “no digas”, “no hagas”, “deja de” así mas que guiar el comportamiento es una crítica y desaprobación constante. Es mucho más efectivo transformarlas en positivo como “come despacio” en vez de “no comas tan deprisa”, “quédate en tu sitio” en vez de “deja de moverte”, “ayúdame a recoger” en vez de “deja de molestar mientras limpio”
7. Hay que ser realistas:
Las instrucciones que demos deben ajustarse a lo que puede esperarse del niño, de acuerdo con su edad y desarrollo. De manera que las exigencias se vayan adaptando a la superación de las dificultades de cada niño.
8. Respetando dentro de lo posible las actividades que esté realizando el niño.
En ocasiones pretendemos que nos obedezcan de manera súbita, cuando el niño está realizando una actividad que le hemos permitido previamente. Es posible que la orden tenga que ser obedecida en un momento muy concreto, pero en otras ocasiones podemos dar un aviso, para que el niño pueda prepararse para el cambio de situación. Así se genera menor frustración y mayor probabilidad de que cumplan la orden, por ejemplo: “Sara, en 5 minutos tendrás que ponerte a hacer los deberes”
9. Formato útil de: “primero…. , luego”.
Para conductas que pueden resultar especialmente difíciles para los menores, este formato puede ser muy útil. Como decir: “primero termina ese ejercicio, y después puedes ir al baño” Así el niño tendrá claro cual será la consecuencia positiva de realizar la conducta.
10. Ser consecuentes:
Esto quiere decir que debemos mantenernos firmes y constantes, los adultos deben estar de acuerdo en las consecuencias a impartir según el comportamiento. Así unas normas claras son fundamentales y que los adultos se apoyen entre sí. Dichas normas se irán revisando a lo largo de la evolución del niño. En el caso de que se deba impartir una consecuencia negativa es conveniente darle un aviso de lo que esto implica, como: “si no respetas el turno de palabra, no podrás participar en el debate”.

11.REFORZAR:
lo más importante y fundamental es que cuando el niño, dándole su margen de tiempo para que obedezca, es que lo reforcemos: “gracias, me encanta cuando me ayudas” o simplemente dando una muestra de cariño.
Espero que os haya sido util, nos vemos en el siguiente post.
Texto basado en el libro Procedimientos terapéuticos en niños y adolescentes de Juan M. Ortigosa, Francisco X. Méndez
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